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Luna de agosto

Susurro...

Susurro...

Estabas allí, justo al lado de la rueda, encogida y asustada, lo sé por como refugiabas tu cabeza bajo las alas.

Me acerqué y te alejaste, un pequeño paso, casi nada, me di cuenta que cojeabas y creo que me entendiste cuando te dije que no pensaba hacerte daño.

 

Te aparté de la rueda y me marché. No había recorrido ni diez metros y tuve que volver, no podía dejarte herida y abandonada.

Le entablillo la pata, aunque se va a morir de todas formas – decía el veterinario- se me encogía el corazón y se me ponía un nudo en la garganta.

Al tercer día saliste de la caja y mirabas a la perra, divertida, mientras ella se escondía bajo la mesa, asustada.

Al sexto día, era ella la que te lamía las alas.

 

El domingo, aleteabas orgullosa buscando la ventana.

El lunes, al despuntar el alba, te puse en el alfeizar…tus alas necesitan libertad.

La perra te sigue buscando por todos los rincones de la casa.

 

2 comentarios

Luna -

Muchas gracias.

un beso

J-87 -

Estoy cansado del trabajo y venir a visitarte es relajante y cálido.